Antes de empezar, le pedimos a Dios que dirija nues- tro pensamiento, pidiendo especialmente que esté libre de autoconmiseración y de motivos falsos y egoístas.
Esta oración, cuando la digo sinceramente, me enseña a ser verdaderamente generoso y humilde, porque aun al hacer buenas acciones, a menudo buscaba aprobación y gloria para mi persona. Si examino mis motivos en todo lo que yo hago, puedo ser servicial a Dios y a otros, ayudándolos a hacer lo que ellos desean hacer. Muchas preocupaciones innecesarias son eliminadas cuando dejo a Dios a cargo de mis pensamientos y creo que Él me guía durante el transcurso del día. Cuando elimino los sentimientos de autoconmiseración, de deshonestidad y de egocentrismo, tan pronto como entran en mi mente, encuentro paz con Dios, con mis semejantes y conmigo mismo.
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