Extracto de una charla de 1960
Pero el doctor era tan franco y sincero que me encantaba trabajar con él. Y un día me dijo—parecía algo deprimido—solíamos tener nuestras pequeñas charlas, y aquella mañana el doctor al llegar parecía un poco deprimido. Y le pregunté, “Doctor, ¿qué le está preocupando esta mañana?” Y me dijo, “Pues, Hermana”, me dijo, “más vale que le diga que conocí a un agente de bolsa de Nueva York y ya hace tiempo que tengo un problema con la bebida y de alguna que otra manera nos reunimos e hicimos una promesa solemne, e intentamos hacer algo que pudiera ayudar a esos borrachos”, me dijo. Bueno, me dijo, “lo estamos probando, en unas casas de descanso”, y tenían algunos en otros hospitales, y me dijo, “¿Hermana, consideraría admitir uno”? Y vacilé en contestarle porque hace algún tiempo, hace unos cuantos meses, ingresé a un hombre que – parecía, no sabía yo, no sabía mucho de este asunto de la bebida. [risas de la audiencia] Quiero decir que sabía que algunos podían beber y aguantarlo y otros no.
Así que fueron a la sala de emergencia y yo bajé para hablar con ese hombre y, oh, me dijo, “Hermana, si solo pudiera acostarme un rato”. Trabajaba en el taller mecánico municipal y parecía un hombre muy respetable. “Bebí demasiado y quiero recuperarme”, que me parecía a mí una buena cosa. Bueno pues, la única cama que teníamos en ese momento estaba en una habitación de cuatro camas. No sabíamos nada en ese entonces acerca de ningún tratamiento especial y lo asigné aI hombre… al encargado del servicio médico, y lo inscribí y lo metí en la cama y le dije “¿No nos va causar problemas?” “Oh, no”, me respondió. ¡Iba a ser un ángel! Y luego me olvidé del asunto. Cuando llegué al día siguiente por la mañana temprano, la supervisora de noche, que era una monja alta – solíamos burlarnos de ella porque tenía los pies muy largos—estaba en la puerta esperándome. Me dijo: “La próxima vez que ingreses aquí a un hombre con los DT, debes ser tú la que pase la noche sin dormir persiguiéndolo por los pasillos como nosotras tuvimos que hacer anoche”. [risas de la audiencia]. Y eso no fue el fin del episodio. Decidí que ya era suficiente. Me daba lástima ver que no les admitieran, pero yo no era quien tenía la última palabra en el hospital. Así que cuando el doctor me propuso ingresar a un auténtico…— lo que me parecía a mí un auténtico borracho [risas de la audiencia] – pues, se pueden imaginar lo recelosa que me sentí. Me dije ¡vaya por Dios! Le conté la historia de esa experiencia y le dije “Doctor, no sería yo la única incomodada”, dije, “sino también los pacientes y todo lo demás”. Le dije “No creo que quieran ingresar a alcohólicos.” Y me dijo “Hermana, este paciente no va a causarles el menor problema porque yo voy a medicarlo, se lo prometo.” Pues, tenía mucha confianza en él porque nunca decía nada que no cumpliera y yo siempre lo diría. Y yo preocupadísima le dije, “Bien, Doctor, lo ingresaré y lo instalaré en una habitación con dos camas”. Y creía que esto estaba bastante bien porque en aquellos días el hospital estaba atestado de pacientes y las camas escaseaban. Y lo llevé a su habitación con dos camas, el doctor – discúlpenme – el doctor fue a esa habitación y lo medicó y todo y yo creía que de cualquier forma no iba a saber más del asunto hasta la mañana siguiente si hubiera problemas. Así que no dijimos nada más al respecto. Luego el doctor vino a visitarme a la oficina—gracias—me dijo “Hermana, ¿le importaría instalar a mi paciente en una habitación privada?” Y yo creía haber hecho bien instalándolo en una habitación con dos camas. [risas de la audiencia]. Me dijo “algunos hombres vienen a visitarlo y prefieren hablar en privado”. Pues le dije, “haré lo que pueda, doctor”. Después de irse el doctor, fui al piso donde lo teníamos instalado y vi que al otro lado del pasillo había una sala donde preparábamos las flores para los pacientes y me dije Pues, ellos pueden arreglar sus flores en otro lugar hoy y creo que podemos meter la cama allí. [risas de la audiencia] Y eso fue lo que hicimos. Y llegaron los visitantes. Y no les quitamos los ojos de encima. [risas de la audiencia] ¡No selos quité yo! Fue una novedad completa, y me dije ¡qué hombres de aspecto tan respetable! No parecen haberse tomado un trago nunca en la vida. Y los dejé y me dije la próxima vez no tendré este problema. Lo instalaré en una habitación privada. Así que el próximo que se presentó, lo instalé en una habitación privada y él—pues, no sabia yo mucho acerca de esos alcohólicos, no era experta; Dios sin duda escogió a una debilucha cuando me escogió a mí. No obstante, lo llevé a su habitación (como haría con cualquier paciente) y fui a la recepción con su historial para explicar el asunto a la enfermera. No pude explicarle mucho, pero le dije que el Dr. Bob le daría las instrucciones. Y ¡para mi sorpresa él me había estado siguiendo! [risas de la audiencia] Pues, él tenía una lengua afilada y todo lo demás. [risas de la audiencia] Casi me morí de vergüenza porque todas las enfermeras me estaban mirando y le dije al hombre “Oiga, vuelva a su habitación, estaré allí en seguida,” y la enfermera me acompañó y nos encontramos al hombre debajo de la cama. [risas de la audiencia] Y me dije esto nunca va a funcionar, así no se puede hacer. Mejor que instale a dos juntos en una habitación. No quería rendirme inmediatamente. No sé qué hice precisamente, si me las arreglé para que alguien se quedara con él o no sé... Pero sí sé que de allí en adelante puse a dos juntos en la misma habitación y más tarde reservé una habitación con cuatro camas y esto parecía funcionar bastante bien—uno de ellos ayudaba al otro. Generalmente, uno o dos estaban un par de días…antes de recuperarse bastante bien, y entonces reservamos otra habitación con dos camas al otro lado del pasillo. Pues es muy difícil decir que no cuando ellos sinceramente querían hacer algo al respecto. Y para aquel entonces, los hombres venían a visitar muy a menudo. Tanto que algunas de la Hermanas dijeron “¿Quiénes son estos hombres de tan buen aspecto? Vienen muy a menudo y parecen muy interesados en los pacientes”. Y no dije mucho al principio, pero más tarde decía “Bueno eso es A.A.”, dije “¿Qué es A.A.?” “¿Le gustaría saber algo acerca de A.A.?” “Pues, sí”. “Entonces traeré alguna literatura.” [risas de la audiencia] (algo ininteligible) Pero por supuesto antes de eso, un comité de Alcohólicos Anónimos habló con la Superiora—ella tenía mucha experiencia en Caridad en el pasado y todo eso—y sabía lo que estábamos haciendo y les dijo a esos hombres, dice, “ Bueno, curioso que cuando los teníamos en Caridad estaban corriendo por los pasillos y causando todo tipo de problemas, pero desde que el Dr. Bob los está tratando, no sabemos que están aquí en el hospital”. Así que dijo “No veo ningún problema. Sigan haciéndolo”. Eso fue maravilloso.